miércoles, 13 de enero de 2016

El cigarro y San Cono

A mediados de año dejé de fumar. Me parece una eternidad. Me parece también el final lógico de una relación que empezó demasiado temprano, duró demasiado tiempo y se interrumpió demasiadas veces. Al principio pensé que fue lo mejor. Ahora estoy convencido. “Lo mejor” entendido racionalmente, claro está. Cuando esto comenzó no me representé la posibilidad del final. Nunca lo hago (aunque nadie lo crea). Pero los finales son una certeza. Algunas veces lo extraño, sobre todo cuando tomo café y cuando me siento ante la computadora y se desatan los demonios que la gente presume pero no ve, los que antes amainaba de bocanada en bocanada. Todo beneficio conlleva una perdida, así que no me quejo. Para ser sincero me resultó fácil. Siempre me resulta fácil cuando tengo que elegir entre cualquier cosa y yo. No tengo madera de héroe. Sin tabaco lo bueno es igual de bueno y la mierda siempre huele igual, nada cambia, salvo que no hay tiempo fuera, no hay capsulas ni conversaciones superfluas en las escaleras. Sin tabaco el año que pasó se convirtió en el inverso exacto del anterior. No vale la pena darle más vueltas. Coherencia. Debo ser coherente con la filosofía de dejar las cosas en el pasado. Las cosas. Es feo sobre todo porque cuando pienso en esa filosofía sólo recuerdo personas pero no hay forma que lo exprese como lo pienso y por eso es que digo y escribo “las cosas” y no “las personas”. Hay cosas que no descansan en paz en el pasado. Que no se les encuentra orilla. Que de vez en cuando te disparan un misil interdimensional. Impertinentes. El misil, en sí mismo, es potencialmente mortal pero no te mata porque con el tiempo desarrollas una habilidad absurda de lidiar con cosas que no entiendes y que no puedes evitar, así que sigues guardando los corchos del vino en la copa de vidrio que ya no da para más, pero lo repites como una ceremonia, como algo solemne que le da sentido a otro algo que no lo tiene y cuando te das cuenta sigues ahí, igual que ocurría en la playa cuando saltabas una ola y volteabas para verla desaparecer en la orilla. Una mirada breve. Siempre viene otra ola. Siempre viene otro misil. Pero las ceremonias también son infinitas así que es válido pensar que las cosas saldrán bien. Saldrán como tengan que salir. El bien es relativo. Por ejemplo hay a quienes les gusta soñar mientras duermen. A mí no. De paso, de un tiempo para acá, me ha dado por soñar con los papás de la gente. Rarísimo. Ya no sueño con alguien en particular sino que sueño con sus papás. Te despiertas a orinar en la noche y te ves como un idiota en el espejo, despeinado, alumbrado y tratando de explicarte a ti mismo por qué soñabas con los papás de cualquiera. Mi mamá tenía el libro de San Cono y el significado de los sueños en su mesita de noche porque jugaba a la lotería, pero le perdí la pista hace años y me da pena andarlo buscando por las librerías esotéricas. Es más, me daría vergüenza que me vieran entrando en una librería esotérica. Sería extraño. Me imagino saliendo del lugar y encontrándome a mi jefe. Me saluda y le echa una ojeada veloz a la bolsita donde va el pana San Cono y se queda pensando si de verdad valdrá la pena pagarme un sueldo si pienso que la respuesta de cualquier cosa está en las estrellas, las pirámides, el cuarzo o las cartas del Tarot. Sería una desgracia de encuentro, al mismo nivel de encontrarte a alguien en el ascensor de un hotel tiradero. Vas tipo plan de escape, todo sale bien y cuando te toca salir bajas de tu habitación en el piso siete y el ascensor se detiene en el cuatro. Esos breves segundos entre la parada y la apertura de las puertas son de los más agónicos. Allí puede estar parada cualquier persona. Tu jefe (otra vez) (peor si es el mismo día de lo de San Cono). Tu ex. Tu tutor de tesis. La mamá de la persona que va contigo. Dos extraños que abordan el ascensor con el cabello mojado y la misma incomodidad que tú, te saludan porque no queda de otra y los cuatro miran el techo, el suelo o el tablero del aparato. Te montas en el carro en estado de crispación y te provoca fumarte un cigarro sin filtro pero recuerdas que hace un año que lo dejaste. Hay cosas que no tienen solución. Sonríes.  No es el fin del mundo. Nada es el fin del mundo.

 

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