viernes, 19 de noviembre de 2010

Dios

En días pasados coloqué en Facebook: “Dios gracias por protegerme siempre”. He aquí el por qué:

Hace poco más de un año iba manejando lento por una urbanización que para mí no era peligrosa, cuando de repente un carro me cerró el paso y de la parte de atrás se bajó un tipo con una pistola y me dijo que me quedara quieto. Yo, sin pensarlo, puse retro y aceleré a fondo sin ver por el retrovisor, exponiéndome a convertirme en una anécdota de-mañana-en-la-morgue o en una cifra más de una estadística que ya dejó de sorprendernos. Sin embargo, a una distancia considerable –y sin intenciones de levantar el pie del pedal– vi que el tipo se montó otra vez en el carro y, junto a sus acompañantes, continuó su camino. Respeto a quien diga que fue pura suerte, pero no lo comparto.

Más recientemente, iba manejando de noche por una de nuestras super carreteras cuando las luces de mi carro fallaron. Me quedé con los cocuyos y las luces anti niebla, (ninguno de los cuales sirve para nada) y después de perder unos valiosos minutos intentando reparar la falla, literalmente me encomendé a Dios y decidí seguir. Lo que ocurrió fue lo siguiente: el primer tramo lo completé gracias a la iluminación artificial de la carretera; el segundo, donde ya no había luz, lo completé detrás de un Ford Fiesta que fue el único carro que me pasó; el tercero (el más angustiante) lo pasé gracias a que un ángel me iluminó el camino con una linterna de mano; para pasar el cuarto, seguí a un camión que también fue el único vehículo que usó la vía a la misma hora que yo, y; el último, lo hice detrás de un Corolla que se dirigía, exactamente, al mismo sitio a dónde yo iba.

Cuando regresé a Caracas y me bajé a abrir la puerta de mi casa, vi que un motorizado venía directamente hacia mí, así que sin más, salí corriendo a todo lo que dieron mis piernas. El tipo me siguió, ofendido, porque había corrido, porque al parecer en este país alguien dio de baja a la moral y yo no me di cuenta, y entonces es un derecho subjetivo del malandro que uno se quede, cual cordero, a la espera de la ejecución y sin quejarse. Finalmente, me metí en un Cyber, hice varias llamadas telefónicas de auxilio y el tipo se cansó de esperarme y se largó.

Para colmo, al día siguiente, antes de salir al trabajo me di cuenta de que tenía un caucho espichado. Lo fui a cambiar y tanto el repuesto como el gato estaban dañados. Saben, pudo ocurrir en cualquier parte, pero ocurrió en mi casa.

Por todo eso, Dios, de pana, gracias por protegerme siempre.



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1 comentario:

  1. sii.. dios hace cosas maravillosas. si solo te acercas a el! todo es posible.. nada se interpone ante el.. <3.<3

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