La noción de “limite” me es
ajena. Lo descubrí hace tiempo y perdí la cuenta de las veces que intenté
enmendarlo. Fracaso garantizado (es inútil luchar contra la naturaleza). Mucho
más sensato me ha resultado aceptarlo aun a pesar de los daños colaterales. En
ese contexto, este asunto de las fotos pudiera verse como un veneno que se le suministra,
a cuenta gotas, a un enfermo: innecesario —cuando menos— o eutanásico —en el
mejor de los casos—, pero siempre con el mismo resultado. Siendo así, todo se
reduce a una cuestión de tiempo: al tiempo que me tome encontrar un camino, una
puerta o un atajo, quizás al desastre, al “te lo dije” o a la calamidad profetizada…
quizás a una excusa de arena que sirva para levantar un castillo, a un eclipse
de luna, o a la posibilidad de una historia. Nunca se sabe, pero no está de más
volverlo a intentar.