Entiende que aparentar calma es lo único
que me queda. No resuelve nada, pero exteriorizar mi angustia tampoco. Por eso
tomo el camino más largo, el de las palabras acomodadas como protocolos de
sobrevivencia. Sé que es difícil porque todavía no hemos encontrado nuestras formulas
privadas, nuestras exclusivas estructuras lingüísticas para marginarnos del
mundo. No tenemos códigos que le den significado a los silencios, ni le hemos
asignado contenido a los espacios en blanco. Nunca digo que quiero verte porque
sería una mentira. En realidad, lo necesito. Quizás por eso todos nuestros
encuentros me parecen breves (breves de una brevedad criminal). Me llenas pero
al instante siguiente me siento tan vacío como antes y sin transiciones comienzo
una nueva búsqueda de excusas, un nuevo periplo de angustia maquillada y la
construcción artesanal de un camino que confluya en tus coordenadas. Sientes
que te espero cuando en realidad no descanso de acecharte, de tenderte
emboscadas y contar los segundos que nos separan. Infinitos. En esa aparente
parsimonia termino dudando si todo es real o sólo un reflejo de mis deseos, de
mi imaginación construyendo escenarios en los que danzas ajena a mi presencia y
es en ese momento que recuerdo que la calma es lo único que me queda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario