domingo, 28 de enero de 2018

Anotación #1

“Problemas de comunicación” sería la manera sencilla de decirlo. La realidad es que no he parado de cagarla desde que comenzó el año. Para empezar, rompí la regla de oro: no usar el celular bajo los efectos del alcohol. La frase de Cortázar salió como un disparo, trillada —además— porque no he parado de usarla desde que la leí, pero esta vez no funcionó, vino seguida de un silencio amargo que duró una semana, hasta que decidí humillarme más y procurar alguna explicación que tampoco recibí. Fin. Capítulo cerrado. “Se pasa la página y listo”. Mentira. No me queda un ápice de autoestima. Claro que he seguido estrellándome contra la misma pared, autocompadeciéndome en esperanzas fatuas, y de paso, no he parado de lanzar mierda contra el ventilador. Diagnóstico: masoquismo (del más puro e incurable). Posibilidades: escasas (aunque debería decir “ninguna”). Queda algo a lo que le llaman trabajo en lo que se refugia, normalmente, la gente con problemas similares a los míos, pero yo no puedo hacerlo. No tengo cabeza para contestar presupuestos ni para supervisar vendedores. Solo pienso en cómo darle una vuelta más a la tuerca que me hunde más en el fango. No se diga más. Tampoco es algo patológico, la teoría de los clavos que sacan otros clavos, aunque errada, resulta divertida. Resultaba, porque la realidad es que uno de los clavos ha estado girando insistentemente como un pollo que, por alguna razón, no se cocina. Me dio un pesar muy leve, suavecito, y pasé de largo a otro clavo rendido después de tanta insistencia. Experiencia amarga (peor que la del silencio) porque el tiempo trae consigo la expectativa, y el choque con la realidad te deja calculando, reflexionando si en realidad valía la pena tanta espera. Después de todo eso —o quizás antes— están estas malditas ganas de fumar que no puedo aplacar porque ahora los cigarros se compran solo con efectivo, pero no con cualquiera porque no aceptan ni de baja ni de alta denominación, solo la combinación correcta de billetes que yo, por supuesto, no tengo, porque si la tuviera no hablaría de “ganas” de fumar. Paréntesis innecesario. Bocanada imaginaria. Ensayo de soluciones a medias. Lo que me pasa tiene mal pronóstico. Escribo con la intención de alejarme de aquello que quiero, pero con la vocación maldita de obtenerlo, como si las cosas funcionaran así, como si los perdedores que van en el autobús fueran a obtener algo de las muchachas a las cuales les ceden el asiento, como si sirviera de algo tanto aquello como esto. Tengo la marca del pesimismo a la misma altura que la del ron, pero una me disuade y la otra no. Por hoy ha sido suficiente, pero sé que mañana encontrare otra manera de rebajarme. Imaginaré otra excusa tan mala como todas las que he usado hasta ahora, en este enero de mierda que no termina, y lo intentaré de nuevo.