Las cosas están, objetivamente, igual que el año pasado, sólo que ahora no nos podemos quejar porque el equipo se gastó una buena parte del presupuesto en contratar al mejor técnico del mundo, así que, subjetivamente, las cosas parecen ir mejor. Quizás por eso yo estaba confiado en que no íbamos a perder (y menos tan feo), pero como el resto de los fanáticos, me equivoqué.
Lo cómico (lo único) fue el camino que recorrí para plantarme frente al televisor a las 3:28 PM., justo cuando anunciaban las alineaciones: abandoné mi oficina cuando el reloj marcó las tres y, como si estuviera previamente ensayado, todos los que me despedían le echaban una ni-tan-disimulada ojeada a su reloj. Pero qué coño, pensé, si vamos a ganar que importa que me echen una regañadita mañana, total… así es el trópico, y aquí, de unos añitos para acá, poco importa si tienes o no tienes abogado. Así arranqué bajo la lluvia —que recién cesó hoy al mediodía con una buena cifra de damnificados a cuestas— y llegué a mi casa a tiempo para el Súper Clásico (previo embarque de los innombrables).
(*) Ah sí, Calabozo tiene un equipo de fútbol profesional.
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