miércoles, 10 de febrero de 2010

Bajas de guerra


De haberlo sabido me hubiera ahorrado el viaje a Caracas, la estadía en casa del corrupto Ivan –con sus anécdotas de abogado de cuarta calaña- y las horas en la cola para llenar la planilla de preinscripción. Ese día lo hubiera pasado en mi casa sacándome espinillas y viendo las novelas del 2, y en la noche me habría ido para el Morro a escuchar Fito Paez con el gordo a punta de anís y limón. Nada trascendental sería distinto: me hubiera graduado de cualquier cosa y me estaría limpiando con papel toilet –como la gente normal- y no con el título que me dieron en la Católica que, estando las cosas como están, es pa´ lo único que sirve. Luego, con el dinero que hubiera ahorrado de no cursar el postgrado que hice -y que sólo me sirve para escribir cuentos que no termino-, me hubiera comprado un carro dos años antes y no estaría lidiando con el único payaso en el mundo que no entiende por qué los demás se ríen cuando lo ven. Eso hubiera sido bastante. Lo demás… bajas de guerra.




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