Y
pensar que el nudo ya iba cediendo cuando se precipitaron las cosas y aceleramos
el paso para no ahogarnos en el puré de meses con semanas en que vivíamos (con
simpática simpleza, por cierto), a un paso de entender que las etiquetas no eran
necesarias y que además nada aportaban si permanecían en blanco. Aceptamos, en
ese entonces, que teníamos “problemas de tiempo” (lo cual simplificó bastante
las cosas, porque los problemas eran del tiempo y no nuestros), nos escurrimos
las culpas y pactamos la fecha (calendario en mano), tomando en consideración
(porque somos una gente de lo más considerada) esa noche de trasnocho que
transcurrió entre sonrisas y sorbitos de vino tinto; la madrugada postergada en
que la playa y la ciudad ajustaron cuentas; el final de aquella llamada en
Maiquetía, que me dejó un nudo en la garganta mientras me preguntaba si alguna
vez había ocurrido; los silencios interminables entre Mendoza y Santiago, el
día que entendí que ochenta mil kilómetros no eran tantos, que no era tan alto
el Aconcagua ni tan bajo el San Cristóbal y que Caracas no estaba lo
suficientemente lejos como para no pensarte. Y allí paramos, porque si
seguíamos considerando nos arriesgábamos a darnos cuenta que, cuando de verdad
se vive, una fecha no importa, así como no importa la lógica en los sueños o
aceptar una derrota cuando el que vence es uno mismo. El tiempo es el tiempo, así
se diluya cuando habla de medicina quien no es medico o de derecho un abogado
que no cree en la justicia; cuando el llanto se reprime dentro de una armadura
o las lagrimas corren, indignas, sobre una piel de veinte años; cuando la tuerca
no gira o el gas se acaba; cuando quererte provoca sonrisas y amarte conjura
silencios; cuando las tardes pasan y yo me arropo contigo; cuando el despertador
suena y tu no despiertas. Por eso, aunque pactamos la fecha, no resolvimos
nada; seguimos siendo los mismos de hace treinta días, cinco meses o un año: tú
con tu manía de arreglar el closet, yo sin poder terminar lo que escribo. Y aunque
no lo diga muy a menudo, espero que siga así.
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