A quienes me
preguntan para qué tengo un blog les respondo que no lo sé. La respuesta no
sorprende a nadie porque todo el mundo me toma como una persona antipática y
esa sería una respuesta cónsona con ello. Bueno, la verdad es que sí soy antipático,
pero lo de no saber para qué tengo el blog también es cierto. Buscarle el sentido
a escribir algo que está disponible al mundo entero pero nadie lee, no va
conmigo. Es decir, si me pusiera a preguntarme para qué sirve o con qué
finalidad lo hago probablemente dejaría de hacerlo.
Escribir un
blog es una de las cosas que puedes hacer así carezca absolutamente de sentido.
Es saludar con la mano desde un rascacielos o abrir los ojos debajo del agua.
Es usar un portarretrato para describir un paisaje. Es una necesidad cuya
explicación reposa en lo profundo de un alma inquieta, inalcanzable. Es una
pregunta con demasiadas respuestas y un solo atajo de tres palabras: no lo sé.
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