lunes, 18 de julio de 2011

Cine continuado

¿Y qué fue de las funciones de cine continuado, ah? Aquello de meterse en una sala eternamente a ver la misma película sólo por estar allí (que es no-estar en otro lado) agarrándole la mano a tu acompañante o deslizándole un dedo inocente en el jugo de la entrepiernas; dedo que después iba, repetidamente, a la nariz que gustosa lo esperaba, como un tic maldito, una cosa que, claro está, sólo hacían los pervertidos, no los que leen este blog, que son puros gentlemen incapaces de incurrir en semejante conducta. De la misma manera, es evidente que tampoco me refiero a las dos o tres mujeres que leen esto, porque sería inimaginable, hasta para un fulano artero como yo, que una pana como Jennie (sí, forma marica de escribir Yeni) —que se escandaliza cuando se le dice paja a la masturbación— permita que un macho ose a introducirle media falange donde no le da la luz, sentados en la impunidad de la fila 32 del Broadway o en la 18 del Multicinema Chacaito. Que va, en aquella época Jennie seguro no salía del Concresa (que sólo reportaba violaciones en el estacionamiento, pero no robos en el cine) de la mano de uno de estos chamos que les decían “pavos” y que acababan de salir de la Academia Washington o del Champagnat y, por supuesto, aparte de meterse cocaína en los baños del Pin 5, no eran tan balurdos para andar jurungando mujeres a la mitad de Cazafantasmas.


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