jueves, 28 de febrero de 2013

Una mañana en la oficina


Lo que quiero en este momento es fumar. No los Lucky mariconcitos que fumo desde los 12 sino algo macho-machote, tipo Marlboro rojo. Es imposible, lo sé. Desde que nos pusimos ecológicos uno no puede prender ni un fosforo porque una horda de gorditos sudorosos (deportistas fracasados) te empieza a gritar que tienen derecho a un ambiente libre de humo. Cuerda´e pajuos. Quiero fumar porque anoche no dormí y como no dormí acabo de tomar café. Lo curioso es que soy inmune al café y al Red Bull. El sueño sólo se me pasa cuando duermo. Vainas de la edad. Hace cinco años no hubiera hecho nada que supiera de antemano que no resultaría, pero ahora no me importa: vivo en una perenne dieta aunque no rebaje; me mato en la autopista todas las tardes para llegar temprano a casa y poder fajarme haciendo cardio, pero término frente al televisor como una morsa comiendo pudin de chocolate (sí, esa es una de las razones por las que no rebajo). Todas las noches, como a las nueve, tomo el teléfono y veo el mismo número pero no lo marco. La cagué y me pesa un mundo. Todo se fue a la mierda y fue mi culpa. Todo es nada, porque en realidad no había nada, pero igual fue mi culpa y no puedo dejar de pensarlo, de recapitularlo paso a paso, de recrear los detalles por horas cuando no duermo, como anoche.
Mi jefe juega tenis antes de venir a la oficina. Espero que se le parta una pierna. Esa vaina de hacer ejercicios en la mañana pone a la gente como eléctrica. Entonces el marico anda eléctrico y yo ando como un zombi con una taza de guarapo en la mano. Vaya mierda de combinación. Vaya mierda de equipo. El tipo está pensando en sus reales y yo en las mamadas de Rafaella. Ya me he pajeado dos veces para espabilarme, pero no funciona. Quiero dormir. Quiero fumar para después dormir. Quiero dormir para no pensar en el número que borré de mi celular. Quiero borrar el episodio ese que me dio cuando entendí lo que había hecho. Quiero entender por qué copié el número en tantas partes para que ahora me persiga. Quiero escuchar a la Julieta como la escuchaba antes. Quiero llamar. Quiero dormir. Quiero fumar.

Tomás García Calderon

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