martes, 14 de junio de 2011

A lo de Miguelito

El vaso va a la boca y luego regresa a su lugar en la mesa. Los gestos se repiten infinitos, sinceros, incapaces de sorprender. Asiento. La película estuvo bien, pero hubiera sido mejor si el final tal cosa, o la protagonista hubiera no se qué. Asiento. Mañana quizás a la comida con mi amiga Lisette. Divertidísimo (mami), sobre todo porque a mí me toca lidiar con Miguelito (el huevoncito) quien también asiente cuando el vaso va a la boca y luego regresa, y cuando los gestos se repiten (incapaces de sorprender). Patéticos los dos (los cuatro… todos), ¿no?, pero sólo gracias a la falta de una buena dosis de pesimismo en el momento adecuado, ¿verdad?. Es que ser pesimista está tan infravalorado que no es chic. A nadie le gusta (ni siquiera a mí), así que lo correcto es asentir, porque asentir es positivo, y ser positivo es cool (cabilla or whatever). Vainas. Pendejadas. Warifaifas. Como el día de la despedida en el carro, al borde de la Cota Mil, con ese aguacero que afuera era pa´ niños y por dentro daba miedo. Asentí, pero hubiera sido mejor si no me quedaba como un bolsa o si la protagonista me hubiera dicho: “ya puh, weon, terminá de decirlo”, y yo se lo hubiera dicho, magnánimo, like a Lord, y listo (the end), pero no pasó, lo cual nos trae aquí, a este momento, a la conversa salpicada de bostezos diplomáticos, sonrisas complacientes, brindis estériles (con la izquierda, pa´ que se repita), cenita para dos after watch Il Castrato (el hombre sin bolas, valga la traducción), after watch her caminando con sus 35 encima, fresca, sonriendo, alejándose... Asiento. Sí, llevamos el postre que le gusta a Miguelito el mariquito. Lo que tú quieras, lo que sea, cualquier vaina, pendejada, warifaifa.   



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