jueves, 5 de agosto de 2010

Belloso




Il sapore della ragazza no le hacía honor a su nombre. Era un tugurio de mesas desnudas y sillas plásticas, en el cual concurría la fauna más variada del centro de Caracas. Para muestra, en una mesa del fondo se distinguía la cara aceitosa y maltrecha del inspector Belloso, que con una mano mojaba el pan en la salsa de carne de sus espaguetis y con la otra sostenía un cigarrillo sin filtro. Estaba de civil y no perdía detalle de cualquiera que entrara al local. En la mesa contigua estaba el Giovanotti conversando con uno de sus distribuidores. El trabajo de Belloso era arduo, su territorio abarcaba ochos cuadras en las cuales los comerciantes le pagaban por protección, los traficantes para que eliminara a la competencia, los buhoneros para mantener su ubicación, los carteristas para trabajar tres días a la semana y las putas para que no persiguiera a sus chulos. Con todo y eso, a veces le quedaba tiempo para su trabajo de policía. Tremendo tipo. Me saludó con la mano cuando me vio entrar.



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